....¿Quién podría ser? ¿Y cómo había esperado tanto tiempo que le tomaran los otros, si él mismo no sabía quién era? ¿Y a quién podría preguntar para saberlo? ¿A quién? ¿A quién? ¿A quién?
Era un libro solo, en la última biblioteca en el estante de más arriba, en algún lugar a la derecha. Un libro –tal vez el único en toda la librería, la librería más grande de la ciudad– que no sabía leer.
Y las letras que cargaba en sus páginas, letras bellas, caligráficas, no le decían nada.
Absolutamente nada.
Las letras, veis, no hablan nunca sino solamente a aquellos que saben leerlas.
¡Las letras son tan, pero tan orgullosas!
Ηistoria entera...
la nada y el infinito