«...No estés triste», le dijo la máscara triste a la otra.
«No estés triste, el tiempo pasará deprisa, ya verás... Los ensayos terminarán, llegará el estreno, la obra acabará, y después nos dejarán de nuevo en paz»
«Todo terminará algún día. Ten paciencia.»
«No aguanto más» contestó tristemente la máscara alegre.
Los mismos diálogos cada día. En cada ensayo. En cada representación. ¡Y estoy obligada a hablar yo! No soporto más los diálogos alegres.
Nada terminará nunca... Como nada ha terminado durante tantos años. ¿Y la próxima obra por qué va a ser diferente? ¿No hay en todas las obras una máscara alegre? En todas las obras.
No aguanto más.»
«Ánimo», volvió a decir la máscara triste, «Te entiendo.»
«¿Crees que a mí me gusta lo que me han hecho decir otra vez hoy?
Diálogos tristes y aburridos... Casi los mismos en todas las obras en las que he actuado...
Si ya sabes que preferiría que me pusieran a cantar y a sonreír. No aguanto más los diálogos melancólicos.»
«Pero desgraciadamente, no veo yo que esta piel vaya a cambiar su forma» añadió sonriendo tras la incisión triste que hacía las veces de boca.
«Así se quedará; enfurruñado y polvoriento para siempre.
Apropiado sólo para papeles sentimentaloides.»
«Fatal te digo.»
«...Fatal» volvió a decir, y encontró el valor para reír.
No era más que una máscara que por boca y ojos tenía incisiones tristes. Una máscara que reía, junto a una máscara de rostro alegre.
«¡Me pregunto de dónde sacas tan buen humor!» le dijo la máscara alegre.
«3-2-1, empezamos.»